La biodanza trabaja la expresión de la identidad.

Biodanza: el arte de descubrirse en el movimiento

La forma en la que nos movemos dice mucho de nosotros. Esa es la base sobre la que se asienta la biodanza. Una disciplina que no enseña a bailar ni sigue pasos marcados, sino que busca en el movimiento la batuta para encontrar lo que cada uno desea en su vida, poniendo armonía entre lo que piensa, lo que siente y la forma en la que actúa.

«La biodanza, la danza de la vida, es un sistema de desarrollo humano en el que trabajamos la expresión de la identidad», explica Ana Ezquerro, facilitadora de biodanza. Su objetivo es ayudar a las personas a conocerse mejor, poner nombre a sus emociones, aprender a gestionarlas y también a establecer límites.

Es un camino que lleva a saber cuáles son las potencialidades de cada persona y la mejor forma de cultivarlas, explica la creadora de Biodanzalia, que dio un giro a su carrera en el mundo de la comunicación para formarse, durante cuatro años, en esta disciplina que incluye conocimientos en Antropología, Biología, Neurociencia o Psicología…

Ana Ezquerro imparte clases para diferentes edades y colectivos y tiene dos grupos específicos para mayores: uno de ellos en Logroño, en el programa ‘Activando los 60. Cuerpo, mente y emociones’ del Centro Cultural Ibercaja, los jueves de 11.30 a 13 horas; y otro en la localidad navarra de Desojo, los martes de 16:00 a 17.30 horas. Agrupar a personas con edades e inquietudes similares le permite trabajar temas concretos y, además, ha observado cómo se crean lazos entre los participantes, que organizan actividades fuera de clase.

«La biodanza, la danza de la vida, es un sistema de desarrollo humano en el que trabajamos la expresión de la identidad»

“Muchas de las personas que llegan a la biodanza han pasado la vida cuidando de sus familias, de sus nietos, ayudando a sus hijos… Y un día se preguntan: ‘¿por qué no soy feliz? o ¿cómo podría serlo más?’ Quizás no han pensado qué es lo que realmente quieren, qué las define y también que pueden decir ‘no’ a lo que no les hace bien», reflexiona Ana.

En todo ello profundizan en las clases “a través de un movimiento con pleno sentido”. Un trabajo en el que es importante la singularidad de la persona y, sobre todo, el grupo, “porque en el encuentro con los demás empezamos a recibir noticias de nosotros mismos”.

Un espacio seguro

Lejos de lo que algunos puedan imaginar, en la biodanza no hay coreografías ni rutinas ensayadas. Cada sesión empieza y termina con un círculo, símbolo de que todos los integrantes son igual de importantes.

En la primera parte, cada persona habla de cómo se sintió en la última sesión. “Lo llamamos la palabra emocionada o la danza de la palabra, porque en la vida hablamos mucho desde lo intelectual y mucho menos desde el sentir”. No hay lugar a la conversación, para garantizar que cada uno puede expresarse libremente.

El grupo, fundamental en la biodanza

Ese “espacio seguro” que se crea es muy valorado por sus alumnos. “Es un lugar en el que no me siento juzgado y puedo dejar que los demás me vean tal y como soy, sin ninguna máscara”, explica Claudio, uno de los integrantes de ‘Activando los 60’ del Centro Cultural Ibercaja. Lo mismo le ocurre a su compañera Teresa, que aprecia poder hablar sin el prejuicio de los demás “y sin los que yo misma me he creado muchas veces”.

El movimiento que transforma

Tras esta primera parte, la facilitadora explica cómo el movimiento puede ayudar a trabajar y transformar diferentes aspectos emocionales. Llega el momento de realizar una serie de ejercicios, cada uno de ellos con una consigna existencial que indica para qué sirve y qué movimiento lo acompaña.

Ese movimiento se realiza con piezas musicales estudiadas para facilitar la expresión. Finalmente llega la parte de la relajación, “de aprender a ir despacio, a desacelerar, a relajarse y respirar”.

Los beneficios de la biodanza, según la ciencia

El impacto de la biodanza en la salud ha sido estudiado por diversas universidades e instituciones científicas. En 2021, la Universidad de Huelva demostró su efecto positivo en mujeres con fibromialgia, así como en la reducción de síntomas de ansiedad, depresión y problemas de sueño en la población general.

Otro estudio, realizado en 2017 por la Universidad de Castilla-La Mancha, analizó su impacto en niños con dificultades de interacción, observando mejoras en la gestión emocional, la creatividad y la espontaneidad.

Divina, alumna del grupo ‘Activando los 60’ de Ibercaja: «La biodanza nos ayuda a elegir nuestro lugar en la vida”

«Nuestro cuerpo y nuestra mente están conectados. Según cómo nos movemos, nuestro cerebro interpreta nuestro estado emocional y eso influye en lo que pensamos y sentimos», explica Ana Ezquerro.

Una disciplina transformadora

A lo largo de sus clases va constatando la transformación de sus alumnos. “Muchos de ellos llegan sin saber qué hacer con su tiempo, ni conocer muy bien quiénes son y de repente se dan cuenta de que el mundo es inmenso, de que pueden hacer muchas cosas y tienen ganas de estar bien, de vivir.  Hay personas que al principio apenas dicen dos palabras, pero luego se abren y hablan con una profundidad que da gusto escucharlas”.

Los participantes en sus clases lo cuentan en primera persona. “Estoy más vital, veo que me ayuda a sentirme bien emocionalmente y me siento más seguro”, asegura Pedro. Agustina cuenta que está “más relajada” en su entorno y que esta práctica le ha ayudado a interactuar: “ahora me atrevo a preguntar, a comentar en voz alta. Me siento escuchada y también me está enseñando a escuchar”. Muchos de ellos coinciden en que han aprendido a fijarse más en lo que les rodea, a ser más conscientes de cómo se mueven, de lo que sienten y de lo que quieren.

El grupo de biodanza 'Activando los 60', en el Centro Cultural Ibercaja

La mejor manera de comprender todo lo que se vive con la biodanza es experimentándola. Por eso, Ana Ezquerro invita a todo el mundo a darse la oportunidad de acercarse a esta disciplina y probar una clase para ‘danzar la vida’.

Llegar a la biodanza cuando se suman años es para Divina, otra de sus alumnas, un acierto, porque es un momento en el que “somos conscientes de todo lo que nos ha pasado en la vida, pero también de que todavía nos quedan muchas cosas por vivir. La biodanza nos ayuda a elegir nuestro lugar en la vida”.

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