El edadismo está tan normalizado en nuestra sociedad que a menudo pasa desapercibido y muchas veces se produce incluso en situaciones bienintencionadas.
El término edadismo, que se incluyó en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua en 2022, se define como la discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores, y hace referencia a expresiones y prejuicios que hasta ahora estaban normalizados. Desde frases cariñosas que en realidad son condescendientes, hasta actitudes que limitan la autonomía y la iniciativa de las mujeres y hombres a partir de determinado momento de sus vidas.
Esto refuerza estereotipos sobre cómo debe ser, comportarse y vivir una persona cuando va cumpliendo años y rechaza la diversidad y las numerosas experiencias que cada uno puede disfrutar en las diferentes etapas. Estos son algunos ejemplos de frases y actitudes edadistas que todos hemos presenciado e incluso protagonizado -seguramente con buena intención- alguna vez.
- “Qué joven estás para tu edad” o “no aparentas la edad que tienes”. Suena a halago y cumplido pero, en realidad, refuerza la idea de que es mejor o más deseable ser más joven y que todas las personas mayores deben parecer más envejecidas.
- Usar expresiones como “nuestros mayores”, “tercera edad” o diminutivos como “abuelito”. Pretenden ser cariñosas pero los mayores no pertenecen a nadie, ni todos ellos son abuelos (y en cualquier caso son abuelos y abuelas de sus nietos y nietas).
- “¿Todavía trabajas?” o “¿Por qué no te jubilas ya?”. Con estas expresiones asumimos que las personas mayores no deberían estar activas laboralmente o que están deseando dejar de trabajar. Quizá sean unos apasionados de su profesión y deseen seguir ejerciéndola por más tiempo.
- En el ámbito laboral, también constituye edadismo no ofrecer formación a los trabajadores más mayores o no tenerlos en consideración para nuevos puestos. El argumento, en estos casos, es que no les va a interesar o que no tendrán capacidad para esos nuevos retos.
- Dar por hecho que no entienden o no les interesa la tecnología. Y con este argumento, no explicarles cómo usar ordenadores, dispositivos móviles o aplicaciones. Es un estereotipo pensar que no pueden aprender o que no les interesa.
- “Déjalo, ya lo hago yo”. ¿Quién no ha dicho u oído esta expresión al hacer un trámite en el ordenador o una tarea del hogar? Con la excusa de hacer las cosas más rápido o mejor, se limita la autonomía de la otra persona. Y también se daña su autoestima.
- “A tu edad ya no hace falta que hagas eso”. Con esta frase estamos expresando que las personas deben dejar de hacer ciertas cosas solo por su edad: deporte, un nuevo proyecto, un curso de formación, poner en práctica una afición…
- Tomar decisiones por ellos y no informarles ni tener en cuenta su opinión en hechos importantes de sus vidas, como un tratamiento médico o la gestión del patrimonio familiar. Quizá, lo que los demás consideran “lo mejor para ellos” no es lo que ellos quieren o lo que tienen planeado.
- Hablar más alto o más despacio, como si todas las personas mayores tuvieran problemas de audición o comprensión. Es una actitud condescendiente que presupone que sufren esta condición solo por su edad.
- Mostrar a las personas mayores como un grupo homogéneo, como ocurre muchas veces en la publicidad. En muchas ocasiones, estos mensajes están cargados de estereotipos.
- Pensar que no tienen vida amorosa o intereses personales. Sorprenderse si hablan de tener citas, de mantener una relación con alguien o planificar un viaje, significa presuponer que no tienen ni desean nada de esto. Vivir plenamente es un derecho a cualquier edad.
¿Cuántas de estas frases o actitudes hemos normalizado sin cuestionarlas? Establecer cambios en la forma de hablar y actuar es un paso pequeño pero muy necesario para avanzar en la erradicación del edadismo.