Algo tiene que cambiar en el mundo de la cultura, en su representación de la vejez y también en el escaso protagonismo que da a las mujeres de más de 60. Son muchas las voces que, en los últimos tiempos vienen reclamado que la cultura dé cabida a todas las generaciones y que lo habitual sea que “una mujer mayor pueda hacer todo tipo de papeles”, como asegura Sonia Oliveira, presidenta de la Asociación de Compañías Profesionales de Artes Escénicas en La Rioja, Aescena.
«Por favor que el cine nos dé una pistita de cómo vivir esa última etapa», decía hace unos días la actriz Emma Vilarasau, nominada a los Goya por su interpretación en Casa en llamas. Un papel que agradecía a su director, Dani de la Orden, por poner como protagonista a una mujer de más de 60 “que ni está enferma, ni necesita que la cuiden y que tiene una vida propia».
«Si fuera normal ver gente mayor, con una vejez luminosa, tal vez alegre, digna, otros con vejez más complicada, (…) tal vez perderíamos ese miedo irracional que tenemos a envejecer y tal vez las mujeres dejarían de agredir sus cuerpos para retrasar ese momento» afirmaba la actriz en la entrega de los XII Premios Días de Cine arrancando el aplauso de todo el público.
Y es que la vejez no se muestra o, cuando se le da protagonismo, no corresponde a la realidad que viven la mayoría de las personas que están en esta etapa. Y, sobre todo, no se cuenta con ellos y menos aún con ellas, a la hora de representarla. “Por ejemplo, en el teatro, lo que se hace es fingir la vejez, que es algo bastante absurdo”, asegura Sonia Oliveira.
Los datos dejan claro lo que sucede en el escenario y en las pantallas: solo el 25% de los personajes mayores de 50 años son mujeres, según el Geena Davis Institute. Para combatir esta situación están surgiendo iniciativas como el movimiento “The Silver Credit”, un distintivo para fomentar el talento femenino identificando producciones de cine o televisión protagonizadas por mujeres que ya han cumplido cinco décadas.
Sonia Oliveira va más allá en la discriminación que sufren las mujeres que también se produce en los programas y propuestas culturales. Paradójicamente, “hay edadismo con las mujeres, pero con los hombres pasa al revés”. Cuando se realiza una programación y se baraja invitar a alguien se prima “que sea un hombre y que tenga cierta edad”.
Así, la falta de visibilidad de las mujeres entra en un bucle sin salida. Si no están en esos lugares, “no se las ve y si no se las ve, no se las contrata”. La situación se extiende también a los órganos y estructuras de poder en la cultura, en los que ellas están infrarrepresentadas.
Como ejemplo, Oliveira pone a la propia Aescena, donde, de las 15 compañías que forman parte de la asociación, sólo cuatro están lideradas por una mujer. Y en la Junta, hasta hace muy poco estábamos solo dos mujeres en la toma de decisiones. Es tremendo; tampoco vamos a culpar a los hombres por dar ellos el paso. Pero en un entorno arriesgado y precario, se entiende que los hombres tienen esa disponibilidad porque históricamente no se hacen cargo de los cuidados de la familia”.
De la presencia de la mujer en el cine, de su invisibilidad a partir de los 60, de los estereotipos en la maternidad, de los roles femeninos y de los papeles en los que no se les tiene en cuenta, como el de heroínas, hablaban con mucha ironía y humor Elena Irureta y Ane Gabarain en la entrega de los premios Feroz, en 2022. «Yo quiero ser heroína. Que ahí está Harrison Ford con 79 haciendo Indiana Jones» decía Irureta. (El vídeo es un poco largo, pero ¡merece la pena!)