Detectar si una persona sufre soledad no deseada no siempre es sencillo

Cómo detectar y qué hacer si una persona de tu entorno sufre soledad

A veces, las señales son sutiles, pero observas pequeños detalles que te hacen pensar que a tu vecina, a un familiar, o a esa persona con la que coincides siempre en la panadería le está pasando algo. Despistes, cambios de humor o conductas diferentes a las habituales pueden ser esos primeros indicios que encubren soledad no deseada u otros problemas que no siempre sabemos identificar, ni cómo actuar para poder ayudar.

No es fácil detectarlo, pero hay indicadores en los que podemos fijarnos para ver que “algo no está bien”, y que quizá esté sufriendo soledad, una depresión u otras circunstancias. Amaya Sáenz de Urturi, psicóloga del programa de apoyo a las personas mayores Logroño Acompaña, del Ayuntamiento de Logroño, detalla algunos de estos estos signos, que generalmente se manifiestan en “cambios”.

Cambios en el aspecto, el carácter o en las rutinas

El estado de ánimo, el aseo personal, la apariencia física o un cambio de peso pueden darnos pistas.  “No quiere decir que vaya descuidada o sucia, sino que a veces hay personas que van muy peinadas, o siempre afeitadas, o muy bien vestidas y de repente ves que ya no es así”, explica la psicóloga.

Lo mismo sucede con las rutinas. “En un comercio de proximidad, pueden notar que un cliente habitual que solía acudir dos o tres veces por semana ahora aparece solo cada dos o tres semanas. Ese cambio nos ha de hacer sospechar”.

Cambios en la forma de hablar y de relacionarse

El lenguaje y la actitud en las conversaciones también son reveladores. “Si una persona empieza a instalarse en un discurso muy negativo, con quejas constantes, malos gestos o expresiones en las que se infravalora, es probable que su visión de la vida se haya deteriorado”, señala Sáenz de Urturi.

A veces, nos encontramos en un bar o en el autobús con alguien que, de repente, se suma a nuestra conversación sin conocerlo de nada. Lo hace porque necesita hablar. En el extremo contrario, hay quienes siempre han sido habladores y, con el tiempo, dejan de expresarse porque sienten que nadie les escucha. Tras esos comportamientos, cabría pensar que se esconde un sentimiento de soledad.

Si se detecta un caso de soledad no deseada, el primer paso es tratar de acercarse a la persona que lo sufre y animarla a acudir a los servicios de apoyo

Personas “hiperfrecuentadoras”

Los profesionales sanitarios definen así a aquellos que comienzan a acudir casi a diario a algunos servicios y recursos, como la farmacia y el centro de salud, o que va cada día a un comercio a comprar cantidades pequeñas, para salir de casa y hablar. También a vecinos que vienen a pedirte o a preguntarte algo con mucha asiduidad. “Igual no es tanto porque necesite esa pequeña cantidad de arroz o de azúcar, sino porque necesita ver a alguien y conversar”. En otras ocasiones sucede todo lo contrario, que observes a un vecino o persona conocida que, de pronto, comienza a “deambular”, a caminar como si fuera sin rumbo.

Situaciones de vulnerabilidad

Hay momentos en la vida en los que la soledad puede volverse especialmente dolorosa. La pérdida de un ser querido es uno de ellos. “En esos casos, los sentimientos de soledad son enormes. Es un proceso normal, pero si el duelo no se elabora adecuadamente y la persona no tiene apoyo, puede derivar en una soledad profunda”, advierte Sáenz de Urturi. Por eso, es una situación en la que se precisa la colaboración del entorno.

Los cuidadores principales de personas con discapacidad o dependencia son especialmente vulnerables a la soledad no deseada o a sufrir otras circunstancias. “Centrar la vida en el cuidado de otra persona puede hacer que, cuando esa persona falta, el mundo del cuidador se derrumbe por completo”, señala.

Observar los cambios y comportamientos de una persona mayor ayuda a identificar si está sufriendo soledad no deseada.
Foto: Freepik

Una enfermedad  puede ser también el desencadenante para que una persona vaya “reduciendo su mundo, incluso llegando a no permitirte salir de casa”. Especial atención hay que prestar en los cambios de domicilio de los mayores. “Se puede dar el caso de una persona con movilidad reducida que vive en una casa sin ascensor en su barrio de toda la vida y sus hijos le alquilan o le compran un piso en un barrio nuevo, con ascensor a piso llano. Va a ser más fácil que baje a la calle, pero quizá no va a tener nadie con quien hablar”, pone como ejemplo Sáenz de Urturi.

¿Cómo podemos ayudar?

Tras esa intuición de que “algo pasa” llega la pregunta: qué hacer y a quién acudir. La psicóloga de Logroño Acompaña señala la importancia de acercarse a esa persona y, siempre que sea posible, que sea ella la que dé el primer paso. Si no tenemos la confianza suficiente con ella, es preferible hablar con alguien de su entorno más cercano para que le inste a acudir a algún recurso de ayuda. «Se le puede animar a participar en uno de nuestros talleres, decirle que igual le viene bien porque últimamente sale menos, que son talleres gratuitos…». El Ayuntamiento de Logroño organiza talleres específicos para la soledad no deseada, talleres de duelo y otras acciones específicas para cuidadores.

Otras vías para buscar una solución serían los Centros Sociales o el trabajador social de la zona, los centros de mayores o cualquier punto de la red sociosanitaria: farmacias, consulta médica, enfermería… ya que todos ellos están coordinados para atender y derivar estos casos.

Las personas pueden mostrarse reacias a recibir apoyo. Eso complica la posibilidad de intervenir, pero, en cualquier caso, Sáenz de Urturi insta a los familiares o a su entorno cercano a contactar con Logroño Acompaña en los teléfonos 941 200 238 y 618 274 471 o con el trabajador social de su barrio o localidad. Ellos podrán ayudarles a buscar la mejor manera de acompañar a esa persona, respetando siempre sus tiempos y necesidades.

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